La hija de Lucio
Señor Presidente, reflexione, queremos vivir en paz y en unidad. Luego de mucho reflexionar, me decido a enviar esta carta de lectores, aun sin saber si la publicarán, por la censura que rige por el estado de excepción declarado por usted.
Sin embargo, debo expresar que los hechos del jueves 30 de septiembre del 2010 y, principalmente lo ocurrido en la noche de ese día, son repudiables. Efectivamente, fue un día muy triste para el país. Los ciudadanos vimos asombrados cómo fue evolucionando la serie de hechos que no corresponden a un país que está esforzándose por salir adelante.
No justifico de ninguna manera la posición tomada por los señores policías, pero mucho menos justifico la posición tomada por usted al ir al Regimiento Quito, en persona, para tratar de solucionar un problema laboral que luego, por la forma como usted lo manejó, lo llevó al plano político, con las consecuencias que hoy conocemos de muertos, heridos, saqueos, daños a la propiedad privada y pública; pero principalmente con el daño más profundo a una sociedad que es el fraccionamiento interno, al enfrentar a ecuatorianos contra ecuatorianos.
El diálogo con la ciudadanía no existe en su gobierno. Usted no fue al Regimiento Quito a solucionar un problema laboral. Usted fue a aplicar el guión sabatino del monólogo, del cansino discurso político que incluye el detalle de las obras que está haciendo y que debe hacerlas en cumplimiento del mandato presidencial, ganado merecidamente por usted en las urnas. Por sus mismas declaraciones nos enteramos de que en la tarde (luego de haber visto los bochornosos actos de la mañana, tanto los realizados por la Policía como los del político que pedía que lo maten), usted pudo explicar y aclarar a los policías que su gobierno no les está quitando nada.
Me pregunto, ¿por qué no pudo usted hacer lo mismo en la mañana? ¿Por qué los ciudadanos tuvimos que sufrir saqueos, inseguridad, temor y la vergüenza internacional al ver caos en las ciudades de Quito y Guayaquil, y a nuestros hermanos enfrentados? En ningún momento lo vimos a usted dialogando con quienes se sentían afectados por las reformas. Si el diálogo hubiese primado desde el inicio, los acontecimientos posiblemente no hubiesen derivado en todo lo que nos ha tocado vivir.
Por eso, como una ciudadana que odia la política, pero que obligatoriamente debe ir a las urnas y que le dio el mandato y el honor de gobernar, le pido serenidad, sabiduría, tranquilidad y más que nada tolerancia para gobernar, que no es más que tomar las más acertadas decisiones para llevarnos al lugar que sus propios ideales lo han definido.
Me ha impresionado la transformación que sufre su cara cuando alguien menciona algo diferente a lo que usted desea; es notoria. En su cara, y principalmente en su mirada, se refleja odio, porque seguramente en su corazón también hay odio.
Todos y cada uno de los funcionarios que a lo largo de toda esa jornada triste fueron presentándose en los canales de televisión tanto privados como luego solo públicos, informaban sesgadamente la única verdad que nos han querido transmitir.
Un análisis objetivo desprovisto de la pasión política de este material informativo arrojará sin duda las distintas contradicciones informativas.
Que era un intento de golpe de Estado decían unos, otros que era una sublevación de unos pocos elementos de la Policía, otros que a usted lo habían secuestrado; otros en cambio decían que a esto no se lo puede llamar un secuestro, ya que usted estaba siendo tratado en esa casa de salud. La verdad la saben solo usted, Dios y las personas que vivieron esa triste jornada.
Concluyo pidiéndole que reflexione. Usted tiene en sus manos una oportunidad maravillosa para ayudar a este país. Inaugure en su gobierno la unión, el diálogo, la solidaridad y la ecuatorianidad para todos.
Usted nos dice que los Gutiérrez están detrás de todo esto; no lo sé, no lo creo. Lo que sí es verdad es que una Gutiérrez, una ejemplar militar Gutiérrez, hija de Lucio Gutiérrez, lo “rescató” a usted esa noche del jueves 30 de septiembre, cumpliendo disciplinadamente sus órdenes.
Yo soy tía materna de la militar Karina Gutiérrez Bohórquez, y esa noche viví los momentos más tristes de mi vida al ver que ella exponía su vida por alguien que dice amar al país, pero enfrenta a bala a ecuatorianos contra ecuatorianos.
Mis oraciones y sentimientos de solidaridad para los fallecidos y sus familiares. Mis deseos de una pronta recuperación para todos los heridos que sin razón tuvieron que vivir momentos que nunca los debimos vivir, si la reflexión y respeto primaran sobre la prepotencia e intolerancia, o si el diálogo primara sobre el monólogo.
Así lo hizo el ministro Javier Ponce con los militares de la Fuerza Aérea de los aeropuertos. Él sí fue a dialogar, a escuchar, y los resultados fueron otros. No hubo muertos ni heridos y el servicio se rehabilitó.
Rocío Bohórquez,
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