Sólo el humano está predispuesto y es capaz para ejercer, disfrutar y
cuidar de la libertad. La libertad de los animales no existe. Ni los
pájaros que vuelan, los peces en el mar, las fieras en la selva o las
tortugas en Galápagos. Son puro instinto, propio de la naturaleza, que
no es ni puede ser “sujeto de derechos”. Es el humano quien tiene “el
deber” de cuidarla. La libertad es una convicción y una actitud
racional. Es propia y única del humano. No significa que cada cual hace
lo que le da la gana. Todo acto tiene, necesariamente, un
“responsable”. No hay libertad sin responsabilidad.
Y esta es la base de la sociedad civil. Por ello, el fin del “derecho”
es preservar la libertad y aumentarla. No es que la ley (o el Estado)
nos “otorga” el beneficio de la libertad. “La libertad es poder actuar
sin someterse a limitaciones y violencias que provienen de otros. ¿Qué
hombre sería libre si el capricho de cada semejante pudiera gobernarlo?
La libertad consiste en disponer y ordenar al antojo de uno su persona,
sus acciones, su patrimonio y cuanto le pertenece, dentro de los
límites de las leyes y no en permanecer sujeto a la voluntad arbitraria
de otro, sino libre para seguir la propia”. (Locke). La libertad no es
libertinaje, como en la degenerada democracia de los tiempos de Platón.
“La libertad es la que se extiende a la vida ordinaria, donde, lejos de
ejercer celosa vigilancia sobre todos y cada uno, no sentimos cólera
porque nuestro vecino haga lo que desee”. (Pericles).
Es aquella sutil y libre discreción para vivir como nos guste sin
afectar a la libertad de los demás. Es lo contrario a la “ley de la
selva”. Si todos los humanos estamos conscientes que somos libres,
aunque tengamos miles de diferencias uno con otro, nuestra naturaleza
dentro de la escala zoológica nos ubica bajo idéntico rasero. Es decir
somos “iguales”, pero distintos. No hay dos “idénticos”. Ni entre
padres e hijos ni entre gemelos.
Según Herodoto la “igualdad” (originalmente isonomía) es anterior a la
democracia. Es “el más bello de todos los nombres del orden político”,
decía.
La igualdad, que es para todos y de responsabilidad de los magistrados,
derivó en “igualdad ante la ley”, “gobierno de la ley” e “imperio de la
ley”. Que no es lo mismo que igualdad “por medio” de la ley. Solón
(Atenas) al otorgar al pueblo “leyes iguales para los altos y los
bajos” confrontó al gobierno arbitrario de los tiranos. La igualdad es
más antigua que el concepto de democracia.
Aristóteles dice que “las personas que disfrutan del supremo poder
“deben ser nombradas sólo como guardianes y sirvientes de la ley”.
Condena al gobierno donde “ impera el pueblo y no la ley”, donde “todo
viene por el voto de la mayoría y no por la ley”. El gobierno que
“centra todo su poder en los votos del pueblo no es democracia”.
Cicerón se opone al poder discrecional e impide que se convierta en arbitrario.
“La libertad es seguir mi propia voluntad en todo. En no estar sujeto a
la inconstante, desconocida y arbitraria voluntad de otro”.
“Quienquiera que asuma el Poder Legislativo o supremo está obligado a
gobernar con leyes permanentes, estables, promulgadas y conocidas por
el pueblo, y no a través de decretos. Las fuerzas coactivas de la
comunidad sólo se utilizarán para asegurar el recto cumplimiento de
tales leyes”. La Asamblea legislativa “No puede asumir el poder de
dictar normas mediante decretos arbitrarios”.
Locke no reconoce poder soberano, ni la discrecionalidad del Poder
Ejecutivo. Durante el siglo II dC el socialismo de Estado avanzó y la
libertad fue destruida mientras surgía otra clase de igualdad. La
creada por la libertad se debilitó ante una política social en la que
el Estado aumentaba su intervención en la vida mercantil. Fue el
intento de crear monopolios industriales “contra el derecho común y la
libertad del ciudadano”.
Categoría: Filosofía
El prevaricato
Cuando una autoridad, un juez o un funcionario público, con pleno conocimiento faltan, voluntariamente, a la obligación del cargo que desempeña, prevarica. Prevaricar viene del latino “praevaricare”, y prevaricación de “praevaricatio”. Se comete el delito de prevaricación, cuando se dicta a sabiendas una resolución injusta por parte suya. O cuando incita a que un cuerpo o ente bajo su dirección lo haga. Prevaricar es, en Derecho, cometer cualquier falta menos grave en el ejercicio de un deber o función. Prevaricador es el “que prevarica, que pervierte e incita a alguien a faltar a las obligaciones de su oficio o religión”.
Prevaricar es también aceptar el cohecho. Es delinquir, por ignorancia inexcusable, a las obligaciones y deberes de su cargo. Es cometer perjurio. Es, por extensión, cometer una infracción. Es desvariar. Es decir desatinos. Es decir locuras.
Etimológicamente la prevaricación deriva del verbo latino prevaricare que quiere decir desviarse del camino recto. O caminar torcido. Prevarica cuando se viola o irrespeta la Constitución, la ley, el “debido proceso”, la “cosa juzgada” o se juzga por segunda vez una misma causa. (Non bis idem). Igual cuando se irrespetan los derechos ciudadanos. Es antijurídico. Se prevarica por omisión y por acción. Es un delito doloso. Es abuso de la función pública.
Es un delito especial punible. Cuando el servidor público profiere una resolución, dictamen o concepto manifiestamente contrario a la ley, es prevaricato por acción. Y cuando el servidor público que omita, retarde, rehúse o deniegue un acto propio de sus funciones es prevaricato por omisión.
Es un delito cuando un funcionario dicta o promueve, con pleno conocimiento, una resolución injusta, contraria a los hechos y al Derecho. Es instruir delitos de falsedad documental. Es emitir un mensaje pese a que sabe que su significado es engañoso.
Significa “mentir”. Es delito cuando un funcionario público, incumple sus obligaciones específicas o en el dictado de una resolución manifiestamente injusta lo hace para favorecer a alguien o para perjudicar un inocente.
La prevaricación es un delito imputable exclusivamente a los funcionarios públicos, sin diferencias de jerarquía ni de otra índole. Lo pueden cometer el Presidente de la República, diputados, ministros, directores y funcionarios ministeriales, el fiscal general y los fiscales del ministerio público, los gobernadores, prefectos, consejeros, alcaldes, concejales, jueces, el contralor, el defensor del pueblo, y, sin limitaciones, todos y cada uno de los funcionarios, cual fuese su jerarquía y dependencia.
Se relaciona y confunde con el delito de perjurio, puesto que el prevaricador incumple el juramento que prestan al entrar en ejercicio de sus funciones. El prevaricador delinque doblemente: al incumplir sus obligaciones y al violar su propio juramento.
El delito se configura, “cuando el juez sabe que resuelve en contra de la ley”. (Fontan Balestra tomo 7 tratado de derecho penal). El prevaricador abusa de su autoridad cuando públicamente anticipa criterio en sentido específico, sin que se concluyan instancias de estudio, sea para inducir a engaño o para crear entorno negativo para una de las partes.
Los jueces de Derecho o árbitros juris que, por interés personal, por afecto o desafecto a alguna persona o corporación, o en perjuicio de la causa pública, o de un particular, fallaren contra ley expresa, o procedieren penalmente contra alguno, conociendo que no lo merece. Los jueces o árbitros que en la substanciación de las causas procedieren maliciosamente contra leyes expresas, haciendo lo que prohíben o dejando de hacer lo que ellas mandan prevarican.
El gran hermano
En los años recientes “El Gran hermano” se popularizó en la TV que
vigila lo que hacen sus concursantes, pero nadie lo conoce. John de
Mol, copió la novela “1984” y creó los reality show. Ganó millones.
Pero la mayoría desconoce su origen político. George Orwell (seudónimo
de Eric Arthur Blair, 1903-1950, Hindú), hastiado de la pomposidad y
dureza con que los ingleses gobernaban las colonias, renunció a ser
oficial de la Policía en Birmania e India para unirse a los comunistas
en la Guerra Civil en España.
Decepcionado por la represión de los soviéticos contra los trabajadores
rechazó al socialismo. Su odio fue más grande que su rechazo al
colonialismo. En sus obras “Rebelión en la granja” y “1984” advirtió
sobre el peligro y el terror del totalitarismo socialista. Sostuvo que
había que combatir al socialismo para que sobreviva la esperanza por la
libertad de pensamiento y la democracia.
Iniciada la “Guerra Fría”, publica en 1949 su novela “1984”, para
advertir al mundo sobre la falsedad de la ideología socialista.
Describió una visión espeluznante de lo que sería la vida sin libertad,
donde el hombre se encuentra bajo la supervisión permanente del “Gran
hermano” que es el Estado.
Advierte los riesgos del hombre común que, preocupado por la vida
diaria, “no se percata que las fuerzas oscuras del mal, usando recursos
de la ciencia y de la tecnología, se apoderan lentamente del mundo”.
Alerta lo fácil que es moldear la conducta humana, condicionando al
hombre, cual si fuese un perro, siguiendo el método (Pavlov 1849-1936)
de los “reflejos condicionados”. El partido socialista, que todo lo
controla, utiliza los medios de comunicación como arma de propaganda
para infundir confianza, temor y respeto. Líderes totalitarios (como
Stalin y Hitler), gestores de políticas de miedo y de exagerada
reverencia hacia sus personas, (con el culto a su personalidad), son
pintados en la novela “1984”.
La presencia del Gran hermano en la TV y otros medios, vía propaganda
del Partido, en enormes murales, someten a la sociedad para imponer
gobiernos autoritarios que vigilan a sus ciudadanos y controlan la
información. Con el “doble discurso” se expresa un significado
contrario a lo que se quiere decir.
Su obra “1984” alertó al mundo de los peligros del Estado socialista
igual que el famoso discurso de Churchill que aludió a la “Cortina de
hierro” que dividió a Europa.
El Estado omnipresente obliga a cumplir leyes y normas del partido
totalitario. El adoctrinamiento, la propaganda, el miedo y el castigo
despiadado por el vigilante Gran hermano totalitario, represor y final
desolador. Sólo hay 4 ministerios.
El Ministerio de la Verdad cambia la historia y el presente, de acuerdo
a las circunstancias y sus intereses. Winston Smith, quien es el
principal personaje, trabaja en él. Inventa héroes, reescribe la
historia, para que las predicciones del Gran hermano coincidan con la
realidad falseándola, a posteriori, en los medios de comunicación. El
Ministerio de la Abundancia, maneja la economía para que la gente
subsista. El Ministerio del Amor, castiga y tortura a su antojo, pues
no hay leyes escritas. El de la Paz maneja la guerra para que sea
permanente.
En 1984 sólo hay tres superpotencias: Eurasia, Asia Oriental y Oceanía,
o sea, el neobolchevismo, la “adoración de la muerte” y el Ingsoc,
acrónimo anglo para el “socialismo inglés”.
El Gran hermano, el Big Brother, es el comandante en jefe, el guardián
de la sociedad, el dios pagano y el juez supremo. Es la encarnación de
los ideales del Partido, único y todopoderoso que vigila sin descanso.
En la familia es común la denuncia de hijos pequeños a sus padres por
traicionar al Partido.
Al fin, Winston observa que su trabajo es una gran farsa que usa su
gobierno con el lavado de cerebro, el lenguaje, la psicología y la
inventiva encaminados al control físico y mental de los individuos y la
educación totalitaria de la juventud. Un sistema donde la intimidad y
el libre pensamiento no existen ni se conocen. El deseo sexual no está
permitido y el sexo es sólo la vía para tener hijos, como deber para
con el Partido.
Entre la ley y el derecho
Para que se respete la Ley ella debe ser respetable. Ninguna sociedad
puede existir, en ambiente de paz, si no hay respeto a las leyes. Pero
cuando la moral y la Ley están en contradicción, hasta el más sencillo
de los ciudadanos escogerá entre perder la noción de lo moral o perder
el respeto a la ley. Estamos entonces ante alternativas nefastas.
Para que la ley sea acatada deberá ser justa o inducir a encontrar la
justicia. Por esto “lo justo” no se deriva de “la norma” sino que la
norma (la Ley) debe nacer de lo que creemos justo. Hay dos clases de
leyes. Las que el hombre (o científico) “descubre” (que son propias de
la naturaleza) y las que el “legislador” inventa para “regular la vida
social”. Las primeras no deben ser violadas, so pena de sufrir graves
consecuencias. La ley de gravedad, por ejemplo. Las segundas se imponen
por la fuerza. Y así lo dice el artículo 1 del Código Civil. “La ley es
la declaración de la voluntad soberana que, manifestada en la forma
prescrita por la Constitución, manda, prohíbe o permite”.
A las primeras se las califica como las leyes naturales (derecho
natural) y a las segundas derivan del arbitrio del poder. Es decir son
arbitrarias. Este enfoque determina las dos grandes corrientes del
pensamiento jurídico, El “derecho natural” versus el “derecho formal”.
El “legislador” debe tener claro que no todo lo que a él se le ocurra o
le sugieran debe ser convertido en “ley”. Un viejo proverbio alemán
dice que “cuantas más leyes, menos justicia”. Y Cornelio Tácito (a/C.
55 -120), historiador, senador, cónsul y gobernador del imperio romano
afirmó que “Cuanto más numerosas son sus leyes, más corrupto es el
Estado”.
El gran dilema político consiste en: a) legislar para establecer normas
generales, abstractas de conducta social e individual; o b) “leyes”
(mandatos) para conseguir resultados específicos de bienestar material
y/o satisfacer intereses particulares o de grupos, sean de mayoría o de
minoría. El concepto de “soberanía” da soporte al arbitrio legislativo.
La “voluntad soberana” (particular) del legislador se ha convertido en
el artificio para que la “norma suprema”, esto es, la Constitución, no
cumpla su objetivo fundamental que es proteger los derechos del hombre
versus los poderes gubernamentales.
La monarquía absoluta y la omnipotencia del poder dieron, por
oposición, paso a la democracia y a la República. De allí que el
“constitucionalismo” es la vigencia del Estado de derecho.
Pero el “arbitrio legislativo” y la voluntad soberana dieron al
autoritarismo dictatorial del nacionalsocialismo (Hitler) un concepto
de “Estado de derecho” diferente que “justificó” las barbaries juzgadas
en Núremberg y la violación de los derechos a la vida, la libertad y la
propiedad.
Es el imperio del autoritarismo legalizado. Es el “Estado Legal”
contrario al “Estado de derecho”, que no es todo lo que se le ocurra al
legislador, sino el respeto a los derechos fundamentales, contra el
poder de los funcionarios y gobernantes (mandatarios) del Estado.
Las normas de la Constitución no son reglas de conducta. Son reglas
para organizar al Gobierno y, fundamentalmente, proteger los derechos
humanos contra los abusos del poder.
Error garrafal es creer que todo lo que emana del legislador debe
acatarse como “Ley”, incluso los arbitrios y abusos legislativos. Es lo
que los gestores del constitucionalismo denominaron “gobierno
arbitrario”. Una “Constitución” implica y explica la “libertad” del
individuo y no una licencia para que la mayoría actúe arbitrariamente
como le plazca. Por esa línea, nada raro que al legislador se le ocurra
que el Estado reparta, por ley o mandato, los atributos de los
campeones mundiales o las virtudes de Beethoven.
Un mensaje de vida
¿Cómo romper barreras que parecen imposibles? Hay una historia de la vida real con un mensaje aleccionador. El mensaje que recibí en mi correo electrónico a continuación:
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