El agua es un recurso escaso y contaminado. Ahora se transformó, además, en un recurso politizado en el peor sentido de la palabra, lo que va a conducir a una especie de guerra entre comunidades, pueblos, municipios, Estado y propietarios grandes y pequeños. A todos ellos se les está situando en un escenario de confrontación, porque, desde la Asamblea de Montecristi, a la discusión de un tema social y económico importante, se agregaron condimentos demagógicos, declaraciones líricas y suspiros socialistas.
Los campesinos se enfrentan, y hasta se matan, por el robo de la vaca, por el lindero del lote y por el agua. Por eso, me parece una imprudencia haber hecho del asunto una bandera política, que oculta y soslaya los grandes temas implícitos en el asunto:
1.- El agua es bien del Estado desde mayo de 1972, en que la dictadura de entonces expidió la Ley de Aguas, de modo que no corresponde a la verdad aquello de que el recurso está privatizado. Está concesionado por el Estado, que es diferente, porque la concesión no transfiere la propiedad, es temporal y revocable. Además, se paga por ella.
2.- En la Sierra, el agua es un bien terriblemente escaso. Los caudales han disminuido sustancialmente en los últimos veinte y cinco años. Algunas de las causas: el cambio climático, la depredación de los páramos, el ascenso de la frontera agrícola hasta los 3 500 msnm, la erosión de las laderas y quebradas, la minifundización, que es el resultado tangible de dos reformas agrarias igualmente políticas y no técnicas. A modo de ejemplo, la primera ley, de 1964, obligó a los propietarios a cultivar, sin ton si son, hasta el 80% de las propiedades, bajo amenaza de reversión.
Comenzó, entonces la “era del carbón”: buena parte de los chaparros húmedos, de la montaña y boca de montaña que protegían las fuentes agua en las alturas, se “limpiaron de monte”, se transformaron en leña y en carbón, bajo la acuciosa presión del Estado. Se han salvado tres o cuatro bosques andinos pequeños. Lo demás, son eriales con cultivos raquíticos o abandonados. Factor del desecamiento ha sido también la forestación inadecuada.
3.- Parte importante de los páramos, con las pocas esponjas de agua que quedan, son de propiedad, o están bajo el control de comunidades indígenas o del Estado, y funcionan como tierras de pastoreo extensivo. Las tierras estatales está abandonadas u ocupadas de hecho. Por tanto, el poder político y de facto que tendrán actuales ocupantes sobre los propietarios de los valles, incluso sobre los minifundistas, sobre los pueblos y municipios, será espectacular. En el tema del agua, quien está en la cabecera de las fuentes, manda e impone, y punto.
4.- La contaminación es dramática, el uso se ha caotizado, se ha generalizado lo que en el campo llaman el “robo del agua”.
¿Podrán remediar estos dramas que vienen la politización y el radicalismo?