En la página 146 del texto de Ronald Wintrobe, La Economía Política de la Dictadura, menciona como las políticas del Chile de Allende o las del Perú de García (de los 80), intentaron responder a las presiones por la redistribución de ingresos a través de medios macroeconómicos, citando el libro de Dornbusch y Edwards (pág. 148), La Macroeconomía del populismo en América Latina (publicado en 1992). ¿Tropezando con la misma piedra? Al describir la obra, el comentario editorial destaca:
Una y otra vez América Latina ha visto el escenario populista jugando hacia un desafortunado final. Tras acceder al poder, los gobiernos populistas intentan reactivar la economía a través del gasto masivo. Después de una recuperación inicial, la inflación resurge y el gobierno responde con controles de precios. Déficit, sobrevaloración, creciente déficit, y la fuga de capitales pronto precipita una crisis económica, con un posterior colapso del régimen populista. […]
Los economistas y científicos políticos de los Estados Unidos y América Latina detallan en este libro cómo y por qué estos programas van mal y lo que conduce a los políticos adoptar repetidamente dichas políticas, a pesar de una historia de fracasos. Autores examinan este modelo en Argentina, Brasil, Chile, Mexico, Nicaragua y Perú -y muestran cómo Colombia logró evitarlo. A pesar de las diferencias en la manera en que cada país implementa sus políticas, las consecuencias macroeconómicas son notablemente similares.
Estudiosos de América Latina encontraran en este trabajo un valioso recurso que ofrece una distintiva perspectiva macroeconómica en la continua controversia respecto de la dinámica del populismo.
Una economía esquivando el comercio libre y el derroche del gasto de gobierno que alimenta la inflación pone en peligro la dolarización. Para que no queden dudas, en la gran cantidad de artículos de la Carta de Esclavitud no espicifica la moneda, más bien en su artículo 303 pretende tomarse las funciones del Banco Central. La Carta de Esclavitud es un R.I.P. a la dolarización.
La defunción de la dolarización
Por Bernardo Acosta – El Comercio
Jueves, agosto 7 de 2008
Las políticas económicas de AP han ahorcado la dolarización y la Constitución sería su partida de defunción.
El Gobierno y sus allegados confunden decretos con logros. Creen que oficializando el ‘buen vivir’, todos los ecuatorianos alcanzaremos mágicamente semejante estado. O suponen que amparándose en el respeto a la majestad del poder, inmediatamente respetaremos a quien menosprecia sin ningún reparo. Pero una buena calidad de vida sólo se puede alcanzar integrando elementos eficaces, como la estabilidad macroeconómica y el imperio de la Ley. Y el respeto se lo gana, no se lo exige con ridiculeces.
Bajo esa cosmovisión fantasiosa en la que todo fin se alcanza por decreto, el movimiento político que en la campaña presidencial del 2006 prometió mantener la dolarización, obviamente establecería en su proyecto de Constitución al dólar como tipo de curso legal. Pero no lo hizo, lo que resulta revelador. El asunto no es que las Constituciones deban definir la moneda oficial, sino el mensaje de fondo que representa el hecho de que la Carta Magna más reglamentaria de la Tierra no especifique la moneda oficial.
Pero el mensaje es más claro aún. No sólo que el proyecto de Constitución no oficializa la dolarización, sino que dota al Ejecutivo de las facultades para sepultarla. El artículo 303 lo confirma: “La formulación de las políticas monetaria, crediticia, cambiaria y financiera es facultad exclusiva de la Función Ejecutiva y se instrumentará a través del Banco Central. La Ley regulará la circulación de la moneda con poder liberatorio en el territorio ecuatoriano.”
Primero fueron las políticas económicas incompatibles con la dolarización: el dispendio fiscal (que ha alimentado la inflación en una economía donde no se puede devaluar) y los mandatos de la Asamblea (que irresponsablemente petrificaron los mercados de una economía con tipo de cambio rígido). Ahora se suma que el Banco Central sería una dependencia del Ejecutivo, relación que va en contra de la corriente moderna que liberó a una actividad meramente técnica de las tentaciones de los políticos, y por la que se han extinguido en casi todo el mundo aquellos nocivos y frecuentes períodos hiperinflacionarios que licuaban la capacidad adquisitiva.
¿Alguien dijo “regreso al pasado”? En política monetaria sí vamos en esa dirección, pues las políticas económicas de Alianza País han ahorcado la dolarización y la Constitución emitiría su partida de defunción. Así es, vivimos la crónica de una muerte anunciada, y la de un nacimiento también, el de esos billetes de mil, con los que en un año se compraba el almuerzo y en el siguiente no alcanzaban ni para los chicles. Bueno, ya que si se aprueba la Constitución se liquidaría hasta la dolarización, ojalá incluyeran en los (ilegales) cambios de última hora un artículo que prohíba la congestión en las vías de las urbes. Así, por lo menos, ‘solucionan’ otro liazo.