“Si a los gobiernos se les diera la administración del Sahara, pronto se quedaría sin arena”. Milton Friedman (tomado del artículo “Enemigos del comercio”, por Alberto Benegas Lynch).
Hace un lustro, en un artículo titulado ¿Por qué fracasa América Latina?, Mario Vargas Llosa comentaba que el fracaso de las privatizaciones se deba a la falta de apertura, por que al no abrir el mercado se esta pasando de un monopolio público a uno privado, creando gravísimas confusiones. Para muestra está el caso argentino cuyo colapso a principios de este siglo se debe más bien a una gama de desaciertos, bien documentado en un serio estudio de Ana Eiras y Brett D. Schaefer publicado en The Heritage Foundation, La Crisis en Argentina: Una “Ausencia de Capitalismo”. O como lo resumiera Gustavo Lazzari: “la crisis no fue causada por el funcionamiento de la convertibilidad. La crisis fue fiscal, no monetaria” […], en su artículo Las lecciones de la convertibilidad para Ecuador, publicado en la Fundación Atlas 1853.
Aun asi se insiste en la frasesita trillada de la “larga noche neo-liberal”. Pero, Neoliberalismo ¿qué es eso?, trataba de aclarar el asunto Gabriela Calderón, citando un sesudo estudio que hiciera Enrique Ghersi acerca del término, titulado El Mito del Neoliberalismo, o como expresivamente reflexionara Mario Vargas Llosa al decir que: “neo” equivale a “semi” o “seudo” liberal, todo un absurdo, es como decir que uno esta “semi vivo”, “semi muerto” o “semi ahogado”. O se está o no se está a favor de la libertad, punto. Pero insisten otros e imponen una nublada visión al decir que el Estado quedará reducido al servicio de las grandes empresas. El peyorativo epíteto de el “rey del banano”, el “rey del automóvil”, el “gran cacao”, etc., confunde nuevamente los términos, siendo los prejuicios causantes de la ceguera que no deja ver las grandes diferencias: “el ‘rey del chocolate’ no gobierna, sino que sirve”. Estos supuestos ‘reyes’ dependen de la industria que administran (incluido relación empleado-empleador) y el trato con sus ‘súbditos’, los consumidores, es decir: pierden su ‘reino’ si en la competencia no prestan un mejor servicio a menor precio. Siglos atrás el pobre nacia y moría pobre, el rico –un duque, un lord- mantenía sus privilegios y riquezas. Ahora, si el Estado centralista desregulara la economía (reducción de impuestos, aranceles y pasos para abrir negocios) creando y vigilando que exista una verdadera economía de mercado, crearía oportunidades para todos y se acabaría el privilegio de los patricios. El mercado -con reglas claras, orden y respetando los derechos individuales- premia al eficiente y castiga al deficiente. Primero hay que liberarse de falsas ideas y luego estudiar economía. (Véase Política Económica de Ludwig von Mises, o Human Action). Hülsmann hablando sobre la vida de Mises citaba de éste: “Rechazo a toda prohibición a la libertad de asociación, ninguna libertad debe ser abolida, solo la coerción.” Así tal vez se podría entender a El Estado, como lo describiera Frédéric Bastiat, queriendo se propusiera un premio para definir simple e inteligiblemente aquella palabra: Estado.
Pero entonces, ¿que mismo pasó en los noventa en latinoamérica?, seguirá preguntando alguien más. Un corto artículo que dejo a continuación, revisa los ´90 en tres pasos: 1) si existe o no el Neoliberalismo, 2) si se parece o no al Liberalismo Clásico, y 3) los resultados (a propósito: los resultados del socialismo se los puede ver en el libro negro del comunismo).
QUÉ ES EL NEOLIBERALISMO
por Alberto Mansueti
Para sus enemigos es la encarnación del Mal, y el término “Neoliberal” es insultante. Por eso los políticos, “expertos”, opinadores profesionales, etc. retroceden intimidados cuando así se les llama; y si alguno abriga cierta simpatía por el Neoliberalismo, no sabe cómo expresarla, ni cómo defenderse, y entonces alega que “eso no existe”, y se refugia en el “pragmatismo”.
De sus pocos partidarios, ni siquiera quienes se reconocen como tales aciertan a definirle con precisión, algo que en realidad nadie hace. Sin embargo, para salir de esta interminable comedia de enredos, hay que comenzar preguntando primero si existe o no el Neoliberalismo. Y segundo, de existir, si tiene algún parecido con el Liberalismo Clásico o no. Y tercero, por sus resultados.
Primero: existen las políticas de los ’90, practicadas en Chile desde Pinochet (1973-88), el precursor. Y en México por Salinas de Gortari (1988-95), en Venezuela por Carlos Andrés Pérez (1988-92), en Bolivia por Jaime Paz (1989-93), en Argentina por Menem (1989-99), en Brasil por Collor (1990-93), en Perú por Fujimori (1990-2000), en Ecuador por Durán (1992-96), etc. Y también existe el “Consenso de Washington”, preparado para los países de América latina, y luego aplicado en todos. Los Presidentes ansiaban préstamos e inversiones extranjeras, y calificar ante el FMI y el BM; por eso dijeron seguir las propuestas del documento “Lo que Washington entiende por reformas” (IIE, 1989), redactado por el economista John Williamson en base a opiniones recogidas en una obra colectiva de la que fue Editor (“La condicionalidad del FMI”, MIT, 1983). Su autor dice que el Consenso de Washington “era una lista mínima de 10 políticas, que yo pensé que todos aceptaban.” O sea todos los políticos y burócratas oficiales y privados de Washington.
Segundo: ¿Eran liberales esas 10 políticas? En tal caso hubieran sido estas: 1) Reducir las funciones del Estado a las propias: seguridad, justicia e infraestructura; 2) disminuir el gasto público y orientarlo a una profunda reforma en esas tres actividades; 3) pagar entera la deuda estatal, y no pedir más préstamos; 4) unificar, simplificar y reducir todos los tributos, rebajando la recaudación para permitir la formación de capital y la creación de riqueza y reducir la pobreza; 5) privatizar la economía pero también la educación, la medicina, jubilaciones y pensiones, etc., para incrementar la calidad y cantidad de su oferta, 6) con cupones para la demanda de los más pobres, en la transición. 7) Liberar los precios de todos los bienes y factores, incluso los sueldos y salarios, intereses y tipo de cambio; 8) eliminar toda restricción al comercio exterior; 9) en todos los sectores: complementar las privatizaciones con desregulaciones, a fin de traer competencia, 10) y alentar así los ahorros y toda clase de inversión.
Anótelo: existe el Liberalismo. Y este es su Decálogo, que algún día Presidentes liberales deberán aplicar tal cual, para salir todos de este desierto.
Pero no era esa la lista que Williamson pensó que “todos aceptaban” sino otra, mucho menos ambiciosa pero juzgada políticamente viable, según su autor: 1) Reducir el déficit del Estado, no las funciones ni el gasto, para contener la inflación -o sea “monetarismo”-; 2) reorientar ese gasto a la atención médica básica y a la educación elemental en primer término; 3) y reducir las tasas impositivas marginales para aumentar la actividad económica y la recaudación. Las medidas 1 a 3 eran de “ajuste fiscal”. 4) Dejar flotar las tasas de interés para oxigenar los mercados financieros; 5) sostener un tipo de cambio “competitivo” -permitir devaluaciones- para alentar las exportaciones; 6) eliminar las restricciones físicas a las importaciones y sustituirlas por aranceles, a reducir luego gradualmente hasta un 10 o 20 por ciento; 7) y liberalizar la inversión extranjera directa. Las medidas 5 a 7 eran de “apertura”. 8) Privatizar las empresas estatales; 9) eliminar barreras de ingreso a los mercados; 10) y fortalecer la propiedad privada. Las medidas 8 a 10 eran “libre mercado”, pero al igual que otras de la lista, podían interpretarse a la manera liberal … o de otro modo, como efectivamente se hizo.
Insuficientes y de contenido no muy liberal, en todos los países estas medidas “políticamente posibles” sufrieron no obstante un largo y erosionante proceso de transacciones y concesiones. Al final se aplicaron muy parcialmente, tarde y muy mal.
Tercero: ¿y qué resultó? Un engendro peor aún, Neo-Estatismo o Estatismo Reformado: 1) El Estado sigue a cargo de funciones impropias -educación, salud, cultura, etc.- muy mal atendidas, 2) y las propias siguen desatendidas. 3) La inflación galopante se sustituyó por impuestos excesivos, 4) y los monopolios estatales por monopolios privados y entes reguladores; 5) por eso siguen los excesos de gasto y deuda, 6) con asfixia de ahorro e inversión privadas, 7) y restricciones a la competencia en mercados de bienes y de factores. 8) Las empresas privadas siguen dependientes del Estado y bajo su tutela y control, 9) aunque ahora para exportar y no para sustituir importaciones. Y por eso permanecen los aranceles -y los derechos antidumping”-; 10) y la pobreza.
Por supuesto no funcionó, excepto en Chile, y aún así Pinochet perdió su plebiscito en 1988. Pérez sufrió el “caracazo” de 1989 y fue depuesto en 1992. Las crisis económicas comenzaron con el “tequilazo” o default mexicano (1995), y siguieron con la quiebra del Real en Brasil (1999), y el colapso argentino que acabó con la convertibilidad y con el mandato del Sr. de la Rúa (2001). No terminaron bien en Ecuador Bucaran (1997), Mahuad (2000), Gutiérrez (2005), ni en Bolivia Sánchez de Lozada (dos veces: 1997 y 2003). Nos guste o no, por ese descontento llegaron a la Presidencia los Sres. Chávez (1998), Morales (2005) y Correa (2007), y retornó Ortega (2006), con mandato para revertir “las reformas neoliberales”.
Pero el socialismo es todavía “más pior”.
Muy buen post ojalá lo leyera algún correista convencido que se cree las mentiras de estos sociolistos, en menos de una semana he oido a 5 funcionarios o asambleistas culpar a la tal «larga noche neoliberal» con explicaciones absurdas, el ignorante de Correa incluso culpo a la tal noche por la proliferación de empresas ESTATALES de energía a lo largo del territorio ecuatoriano, que tal.