Jefferson Pérez, el cuencano de oro, se acaba de convertir en el ¡Tricampeón Mundial! de marcha (París 2003, Helsinki 2005, Osaka 2007). Hay que destacar la humildad del campeón olímpico (Atlanta 1996) y tricampeón mundial resaltando el agradecimiento de su victoria: “Doy gracias a Dios por permitirme estar aquí; a mi país por permitirme representarlo, a Japón y a la IAAF[International Association of Athletics Federations] por organizar este campeonato”. En la dura competencia no se amilanó, cambió de táctica. Pérez usó una estrategia ‘suicida’ para ganar el oro. Al final triunfó, aunque salió en camilla de la pista olimpica, pero luego se repuso comentando lo siguiente: “No me sucedió nada fuera de lo normal: calambres, contracturas, dolores, todo fue porque la estrategia fue diferente”. Gracias a la competencia libre pudo demostrar que es el mejor a nivel mundial en su categoría, sin pretextos, disciplina y trabajo duro logró confirmarlo. Lo mismo se podría decir de la selección ecuatoriana de balompié, que ha clasificado dos veces consecutivas al mundial de fútbol. Los jugadores ecuatorianos han salido a competir con los mejores del mundo y se han fajado hasta en países donde no se habla su idioma materno, en diferentes culturas y climas. Los hay desde Spencer y Aguinaga, hasta De la Cruz y Méndez. (Si no hubiera competencia -es decir en un sistema donde se nos oblige a ser todos iguales- no hubieran sobresalido.)
Asimismo en el campo económico, dentro del mercado norteamericano, existe una durísima competencia, y los latinoamericanos que han triunfado no se han amilanado y han aprovechado la oportunidad para destacarse dentro de sus especialidades. Hace tres meses el New York Times publicó un artículo sobre los empresarios de origen latinoamericano que estan conquistando el mercado gringo. Alrededor de cien mil yankis son empleados por empresas latinoamericanas. La inversión extranjera directa (IED) desde la región hacia los Estados Unidos ha crecido de 8 billones de dólares en 1995 a 13.5 billones de dólares en el 2000. La IED latinoamericana sigue creciendo compitiendo con británicos y japoneses. Por ejemplo, Brasil invirtió 26 millones de dólares fuera de sus fronteras, superando la IED de firmas extranjeras en el país carioca. La metalúrgica brasilera Gerdau Ameristeel se ha convertido en la cuarta productora de acero en Estados Unidos, y Embraer es un ícono en la construcción y servicio aéreo en Nashville. ARPL Tecnología Industrial de Perú empieza sus labores sobre una planta de cemento de 140 millones de dólares en Arizona, o la cadena de restaurantes guatemalteca Pollo Campero ¿Pero por que no se invierte de igual forma en la región? Nos dice el artículo que “muchas compańías miran a los Estados Unidos como un mercado con bajo riesgo, comparado con algunos de sus propios países” (véase el índice Hacer Negocios). No ha sido fácil, la competencia a sido dura, pero lo latinos han salido adelante y han demostrado ser diestros. Todo lo contrario sucede en economías socialistas.
A pesar de tantos ejemplos positivos que refleja la libre competencia, todavía sigue habiendo gente que cree en la planificación centralizada. Inclusive hace poco se armó en Quito el Foro Internacional “Los socialismos del siglo XXI” (reunión a la que faltó el mentalizador del proyecto colectivista del nuevo siglo, el alemán Heinz Dieterich Steffan, ¿porqué será?). El titular de Prensa Latina lo dice todo: “Defiende presidente ecuatoriano el socialismo del siglo XXI”, donde sostiene que se busca vivir bien, no vivir mejor (¿?) y elogia las nacionalizaciones (¿?). Solamente en el camino a ese socialismo la economía nacional se ha estancado. En lugar de buscar inversiones la estamos ahuyentando, y en la región estamos entre los de menor crecimiento económico, paradójicamente (como lo indicara Walter Spurrier y Juan Fernando Salazar) con el mandatario que se supone ser el mejor preparado en este ámbito.
“Los primeros economistas describieron más bien que prescribieron: se interesaron en lo que la gente hace, no en lo que debería hacer” dice un artículo de Richman en el ISIL (International Society for Individual Liberty). El fracaso colectivista de cualquier siglo es evidente. Ludwig von Mises (1881-1973) refutó la teoría colectivista a principios del siglo XX, llegando a publicar en la década de los 40 su libro “Caos planificado”. Richard M. Ebeling lo explica en su artículo “La imposibilidad del socialismo”. Por otro lado, la libre competencia hace a todos ganadores. Al final se puede decir que “El subdesarrollo es mental”, como concluyera Rigoberto Stewart su artículo “Los gurúes del comercio se equivocan”.