No se compre libros, tienen que ser publicados acá

Es impresionante. Lo que el avance del mundo nos alivia, se ve sobrecompensado en molestias por nuestro sistema institucional. Resulta que gané una subasta de eBay por 23 libros de Robert Heinlein (para quienes no conocen a uno de los tres grandes de la ciencia ficción -los otros dos fueron Isaac Asimov y Arthur C. Clarke- les recomiendo empezar por "Starship Troopers" o "Have Spacesuit – will travel") por algo así como $43. El caso es que me lo enviaban desde el exterior. Pero oh sorpresa, 23 libros ya son sospechosos -ojo, no son 23 ejemplares del mismo libro– de operación comercial, y por ende, se vuelven ipso facto, asunto de la Aduana y de la Cámara del Libro (!). Para empezar, no sabía de la existencia de la Cámara del Libro. Me pregunto cuántos libros se necesita para que haya quorum en sus sesiones. Entendía yo que había Chambers o Cámaras de comerciantes al estilo de la Liga Hanseática (asociaciones de comerciantes al norte de Europa, génesis de las ciudades modernas) para defender ciertos intereses razonables de sus agremiados en términos de igualdad ante la ley o -lamentablemente muy común- hacerse de privilegios frente a los no-agremiados bajo algún pretexto esotérico y de "estándares de calidad". Los gremios son un oligopolio de facto o de jure cuando actúan así. Por ejemplo los taxistas "legales" en Quito, vs. los "piratas". Basta llegar a la agremiación primero y ¡ya está! , hemos dejado fuera a la competencia que no esté contemplada en la cuota total de agremiados, o al que no le resulte conveniente la relación precio-calidad que se fijó …por el bien común. Pero claro, como el bien común no puede ser algo distinto de la suma de bienes individuales, y esto coloca el no. de taxis y el esquema precio-calidad en manos del gremio y no de cada consumidor individual, debe entenderse que se refiere al bien común de los agremiados. El bien común de los arquitectos. El bien común de los médicos con N años de preparación vs. paramédicos u otros que podrían hacerles la competencia en precio o diagnóstico para consultas sobre asuntos poco graves. El bien común de los textileros. El bien común de los ensambladores de autos. Y en este caso, el bien común de las imprentas, librerias, distribuidores e importadores locales, que ven en eBay o Juan Piguave pidiendo por correo, libros que puedan escapar la vigilante y amorosa mirada del gremio correspondiente, un peligro letal. ¿Con qué derecho estos pequeño-burgueses se atreven a aceptar precios bajos? ¡Atrevidos! ¡Tunantes!

Oh, capitalismo salvaje, ¿dónde estás? ¿por qué no puedo importar salvajemente libros y realizar otras N actividades ya oligopolizadas por grupos de avivatos llenos de pretextos ingeniosos? ¿cuándo veré tu salvaje pero al menos no mañoso rostro? ¿dónde te me escondes desde que los Incas por 40 años y la mentalidad de la vieja España desde entonces, nos atrofiaron el criterio en nombre del paternalismo?