* Escrito antes de las elecciones del 7 de mayo.
Ecuador en vivo reproduce parte del enlace ciudadano del 30 de abril, en que César Montúfar y un reducido grupo de sus coidearios retan al presidente a debatir. Rafael Correa se encuentra en un recinto cerrado con las personas que asisten al evento. Montúfar y su grupo, están afuera protestando.
En un torpe intento de descalificar al opositor, Correa empieza a corear "mediocre, mediocre, mediocre…", arengando a los asistentes a seguirlo. Después se muestra una breve toma de la gente del auditorio aplaudiendo, pero con algunas personas en las últimas filas que se quedan cruzadas de brazos. (Sugiero a los lectores acceder directamente a la fuente para sacar sus propias conclusiones.)
¿Es este el mismo individuo que protagonizó un categórico triunfo en las últimas elecciones presidenciales? ¿Muestra la misma seguridad y certeza con que demolía a sus adversarios en los debates presidenciales previos a la elección de 2006? Definitivamente no. Aquí se ve a un sujeto inseguro que apenas logra una risa sardónica para intentar ocultar su desazón -sin lograrlo. Habla de "respeto", de "fiesta democrática", pero inmediatamente se delata él mismo adviertiendo sobre el riesgo de desgaste de su imagen y de las posibles acusaciones de intolerancia. Para muestra un botón: "…me buscan, es, a mí: provocar al presidente para generar incidentes."
César Montúfar es un político respetable, pero no tiene ni de lejos el carisma ni la elocuencia de Rafael Correa, ¿por qué entonces este último ni siquiera responde directamente que no va a debatir? ¿Tiene miedo?
Correa cava su propia tumba con su actitud procaz y pendenciera: Sus exabruptos y desatinos van mermando su aceptación popular, provocando en él aún más frustraciones, que a su vez desfoga con mayor virulencia y resentimiento.
Por otra parte, las irreales expectativas generadas por el régimen en la campaña -ininterrumpida desde 2006- no pueden, naturalmente, transformarse en realidad. El Estado no cuenta con los fondos ni la capacidad operativa para atender las demandas de servicios de salud y educación en el plazo y calidad que la propaganda oficial pretende hacer creer. La sensación de inseguridad se mantiene y no se necesita ser un genio para notar que la economía apenas avanza.
Sí, Correa tiene miedo. Los resultados de su gestión, en muchos casos concretos y efectivos, quedan muy lejos de las expectativas generadas; mientras que los fracasos son estrepitosos y no atina a dar solución a los mismos. Su imagen de líder carismático y bien intencionado ha perdido su lustre, y se evidencia cada vez más su lado oscuro.
Con este proceso electoral, está claro que se busca concentrar aún más poder en la figura del presidente, y es de presumir que para el régimen es aún más importante medir las tendencias en las preferencias electorales de la población. Porque al final, todos sabemos que en el Ecuador los procesos políticos no se enmarcan dentro de la constitución y las leyes -pocas veces en la historia nacional ha sucedido así- sino en lo que es posible de lograr sin perder demasiado apoyo popular.
Es muy pronto para saber si esta consulta es, en efecto, la última carta del régimen. Pero la historia reciente del Ecuador está llena de presidentes derrocados por pasar de la audacia a la simple y llana imprudencia.