Nacionalismo y patriotismo

Partiendo de dos definiciones contrapuestas acerca de qué da valor a un producto y por ende el éxito o fracaso de una economía (implícito salarios y nivel de vida) comienzo este breve análisis.

* El valor del producto está dado por el tiempo de trabajo que se ha empleado para producirlo.

* El valor del producto está dado por la suma entre la utilidad que produce el artículo y la abundancia o escasez del mismo.

El valor de un vaso con agua vale poco si se lo vende a lado de un río, lo contrario si se lo vende en el desierto (rompiendo mitos, Israel cultiva peces en el desierto). La obra de un famoso (Guayasamín o Picasso) vale una fortuna, mientras que un bien elaborado, por ańos por un equipo de artesanos tiene poco interés. Yo, por ejemplo (asi como muchos de los lectores –no se me hagan los maradonas), pagamos por jugar fútbol, otros (Méndez o Ronaldinho) les pagan muchísimo dinero por hacer lo mismo.

El sentimiento y romanticismo nacionalista sirve de consuelo para varias personas. Es decir, muchos consideran a la vanidad y al egoísmo como vicios (cuando se practican de forma individual), pero cuando estos sentimientos son practicados en masa y se refieren a la nación, inmediatamente piensan que pasan a ser virtudes. De este modo, el patriotismo entrega a ciertos individuos un desahogo espiritual y les da licencia para exteriorizar sin ambigüedades el amor hacia sí mismo (vanidad) y la hostilidad hacia el prójimo, su vida y sus derechos (egoísmo). Este patriotismo funciona como un salvoconducto para odiar, que festeja las pasiones y ofuscaciones. El nacionalista, a más de sentirse parte de una entidad todopoderosa, se ve libre de reponsabilidades individuales (Hamilton, Por Qué Crecen los Países, pág. 103).

Platón escribió al respecto, siglos atrás que “cuando una multitud ejerce la autoridad, es más cruel aún que los tiranos”. Esta multitud ahora representada por el estado, ejerce el poder (soberanía popular). Pero el pueblo sabe lo que quiere? Conoce de lo que es capaz de ofrecer para vivir dignamente? Está consciente de lo que vale su libertad? Si el estado ha fallado en satisfacer sus necesidades, debe cambiar de sistema o debe insistir? Si los servicios básicos en manos del estado han fallado y han sido (y sigue siendo) foco de corrupción, debemos insistir?

No solamente se trata de privatizar sino de liberalizar el mercado, fue un comentario que leí explicado con un ejemplo actual (muchos se quejan de la telefonía celular -que son privadas). Ahí podemos darnos cuenta que el problema no se trata de si es público o privado, el asunto es que haya libre entrada y salida de ofertantes donde todos puedan competir. Así el cholo, indio, negro o discapacitado (el individuo en general sin discriminación alguna) que tenga una idea genial pueda acceder con facilidad a participar en el mercado. Lo que nos interesa es consumir un producto y servicio que llene nuestras espéctativas y necesidades, además de que esté al alcanze de nuestros bolsillos.

Muchos caemos con los ojos cerrados, la piel de gallina y el corazón tendido al sol cuando se menciona la patria altiva y soberana o socialismo, pero inconscientemente empeńamos la posibilidad de elegir y participar. Al respecto, el gobierno actual inclusive (controversial y hasta contradictorio) y con falsos argumentos divide a una provincia (porque no espera que la asamblea lo haga?, cual es el apuro?) y al país, repartiendo así cuotas de poder (votos a favor de la asambela con poderes omnímodos?). La planificación centralizada de la economía y la monopolización de los servicios básicos por parte del estado, solo beneficia al político de turno y nos quita la oportunidad no solo de escoger sino de participar.