Rebeca

Diario Expreso

Daphne du Maurier (1907-1989), británica, publicó en 1938 “Rebeca, una
mujer inolvidable” con la que Alfred Hitchcock, también británico,
(1899-1980) director de cine, conocido como el mago del suspenso, llevó
al cine en 1940 una adaptación de la obra, seductora e intrigante que,
gracias al genio de Hitchcock, se convirtió en un éxito y por la cual
ganó un Oscar por mejor película y otro por mejor fotografía aparte de
varias nominaciones de la Academia.

Rebeca, la protagonista, jamás aparece, pues había muerto. Su recuerdo
hace que su presencia parezca tan real que obnubila a todos, al extremo
de someter a la segunda cónyuge de Máximo De Winter, dueño de la
mansión.

Ambición, romance, intriga, intereses y suspenso, todo se hacía en
función de Rebeca. Estaba en todas partes. Retratos, óleos, el piso,
alfombras, los gastos y hasta los pensamientos y acciones eran para
satisfacer a lo que Rebeca representaba, y a quien nadie veía ni
conocía sino el atormentado viudo y la ama de llaves, fiel a la difunta
señora de Winter, a cuyo nombre ejercía el poder en el territorio de la
mansión, con plenitud soberana.

La administración y control (hasta policial) nacía y se realizaba en
Rebeca a través de su ama de llaves. La pareja y sus amigos terminaron
subordinándose a los dictados de Rebeca y su (poderosa mandataria) ama
de llaves.

La influencia que la fallecida Rebeca (una entelequia, un recuerdo, una
abstracción,) ejerce en la mansión es de tal naturaleza que el diario
vivir es sólo para Rebeca. La vida y el presupuesto de todos estaban
sometidos a Rebeca y a quien gobernaba la mansión. Rebeca es todo.

Sus fines eran preservar a Rebeca, someter las personas y sus derechos
a esa entelequia para robustecer el poder y presencia de Rebeca y su
administradora (“ama de llaves”).

En la vida actual ocurre igual con el Estado. Muchos teóricos en
Filosofía, Economía, Derecho y Ciencias Sociales solo privilegian a
esta abstracción, a esta entelequia que es el Estado. Algunos son como
los aprendices de brujos que dan criterios para curar enfermedades. Y
hasta curan.

Otros, políticos, son como los que operan, sacan muelas y promocionan
ser expertos y estrellas en cirugía plástica sin formación, fundamentos
ni experiencia. La mala práctica política es frecuente.

Todos los sistemas económicos y políticos que privilegian al Estado son
estatistas. Obvio. Los que privilegian la libertad son libertarios.

El socialismo nacional (nazi) y el socialismo internacional (comunismo)
al igual que el corporativismo (fascismo) concentran el poder del
Estado en personas y/o pequeños grupos que disfrutan y usan las
riquezas de todos los demás en sus “trabajos”. Son totalitarios que no
producen. Viven de los impuestos que los ciudadanos le pagan al Estado.

¿Qué es el Estado? El Estado es todo. Y hubo quien, embriagado de poder
y ahíto de soberbia y arrogancia dijo “El Estado soy yo”.