Los privilegios del monopolio

La redistribución no es de ricos a pobres sino de grupos desorganizados a grupos organizados. Carlos Rodríguez Braun

Cerrando el mercado poniendo restricciones a las importaciones con retóricas nacionalistas se favorece a grupos privilegiados (monopolios alcahueteados por el Estado) creando mercados cautivos perjudicando a los consumidores en general que se verán obligados a consumir productos que el régimen impone, estimulando el contrabando y la corrupción en lugar del crecimiento. En otras palabras el gobernante que aplica estas políticas insulta la inteligencia del ciudadano, al decidir lo que debe y no debe consumir, metiéndole mano además al presupuesto y bolsillo de cada habitante, escogiendo a dedo ganadores y perdedores.

«El conceder el monopolio del mercado nacional a la producción nacional, en cualquier arte o industria, equivale en alguna medida a dictar a los ciudadanos particulares la manera en que deberían emplear sus capitales, y en todos los casos resulta una intervención inútil o perjudicial. … Los comerciantes y los industriales son las personas que obtienen el mayor beneficio del monopolio del mercado nacional… Ellos fueron los inventores originales de esas restricciones a la importación de bienes extranjeros que les garantiza el monopolio del mercado nacional. …»

Adam Smith, en La Riqueza de las Naciones, 1776, pág. 555-7 (Alianza Editorial, primera edición en ´El libro de bolsillo´: 1994. Cuarta reimpresión. Traducción de Carlos Rodríguez Braun)

Al libre mercado siempre se opondrán de manera irresistible no solamente los prejuicios de la gente (que siempre se encuentra dispersa), sino también los intereses privados de poderosos grupos organizados, que resulta mucho más difícil de vencer, agregó en su clásico libro el escocés Adam Smith (1723 – 1790), dos siglos atrás.

«Este monopolio ha ampliado de tal forma el número de algunas de sus tribus que se han vuelto, igual que un ejército excesivamente numeroso, algo temible para el gobierno, y en muchas ocasiones intimidan a los legisladores. El miembro del Parlamento que apoya las propuestas para fortalecer dicho monopolio puede estar seguro de adquirir no sólo la reputación de ser un experto en economía política sino también popularidad e influencia entre una clase de personas cuyo número y riqueza les proporcionan una enorme importancia. Por el contrario, si se les opone y aún más si tiene suficiente poder como para desbaratar sus planes, entonces ni la honradez más acrisolada, ni el rango más prominente, ni los más grandes servicios a la comunidad podrán protegerlo de las agresiones y los ataques infames, los insultos a su persona y en ocasiones hasta los verdaderos peligros derivados de la ira insolente de monopolistas furiosos y frustrados.»

Adam Smith, idem, pág. 561. (Las negrillas son mías)

Las instituciones y las correctas políticas económicas deben defender la libre competencia que favorece el crecimiento en detrimento de los monopolios. Lo que describiera Adam Smith lo vivía la Gran Bretaña del siglo XVIII, y no fue sino hasta la década de 1830 cuando los británicos Richard Cobden y John Bright impulsaran una campaña en Reino Unido contra las leyes proteccionistas que habían disparado los precios de los alimentos. (Álvaro Vargas Llosa, ¿Dónde está la comida?, El Instituto Independiente, Abril 23 de 2008).

Aún así, en el siglo XX, se da el caso latinoamericano que vivió el fracaso del sistema de sustitución de importaciones, tal es el caso de Chile hasta el régimen de Allende, quién además implementara medidas como el aumento general de salarios, congelación de precios y elevación considerable del gasto público destruyendo la economía de su país tras un año de gobierno allendista. Ni se diga la dictadura más larga de la historia latinoamericana: Cuba. Inconcebible es que hayan Jefes de Estado, en pleno siglo XXI, que sigan tozudamente aplicando políticas económicas perjudiciales y que enciman idolatren criminales, incompetentes y dictadores. Pareciera que nada ha cambiado y peor aún, que se retroceda en el tiempo. Los que se dicen combatir los monopolios, más bien los protegen, y lo paradójico de todo esto, es que tienen la aprobación de quienes resultan perjudicados. El privilegio de los monopolios se sirve de demagogos, prejuicios e idiosincrasia de la gente.

2 comentarios sobre “Los privilegios del monopolio

  1. «Adam Smith (1723 – 1790), dos siglos atrás.» Asi es, y huele a naftalina…También escribió: Según la tesis central de La riqueza de las naciones, la clave del bienestar social está en el crecimiento económico, que se potencia a través de la división del trabajo. La división del trabajo, a su vez, se profundiza a medida que se amplía la extensión de los mercados y por ende la especialización. Una particularidad de la obra es el planteamiento de que, gracias a la apelación al egoísmo de los particulares se logra el bienestar general. Esto es muchas veces interpretado de forma imprecisa como que simplemente el egoísmo lleva al bienestar general. Sin embargo, pasajes tanto de esta obra como de los sentimientos morales dejan en claro que la empatía con el egoísmo del otro (en donde acentúa la siguiente frase: «dame lo que necesito y tendrás lo que deseas») y el reconocimiento de sus necesidades es la mejor forma de satisfacer las necesidades propias.» => 1750 = 791 000 000 población mundial. Hoy, en el 2009, estamos 6 500 000 000, le parece que puede seguir aplicando doctrinas del siglo de las luces o sera que usted tambien nos quiere insultar?

  2. Señor Swl:
    Mas alla de las citas de Smith, y estando de acuerdo con que el pasado no es tan buen consejero. SIn embargo en el pasado recinte( decada de los 70 y 80) la sustitucion de importaciones ya fracaso. Y cuando hablas de division del trabajo este es un pricipio de sentido comun y solo necesitas observarlo en la economia.

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