Hugo Chávez, el mayor y más grande multimillonario gobernante en
América, que denosta al dólar y que afirma que sus reservas son,
precisamente, en cientos de miles de millones de dólares gringos,
propuso resucitar, cual Frankestein, al extinto sucre. ¿Cambiará Chávez
sus dólares (que le dan poder) por sucres o huevos (de Hugo y Evo) u
otras fantasías, que nada valen ni nadie conoce? ¿Y la gente común (el
pueblo asustado) que guarda sus dólares en el “Colchón Bank”?
Parece chiste, pero su plan es cruel y perverso. Aunque la gente (rica,
pobre, empleada, desempleada o jubilada) ya no es estúpida, como para
perder, otra vez, sus ahorros en aventuras monetarias.
Porque, pese a la gran crisis bursátil y financiera, la masiva
confianza del pueblo, de los ricos y los pobres, especuladores o no, es
en el oro, en el dólar y en bonos del Tesoro de los EE.UU.
En Estados Unidos, Europa, Asia, y donde se produce la hecatombe bursátil y financiera, el culpable es el Estado.
La banca central fija la tasa de interés, el tipo de cambio, el dinero
circulante, la tasa de crecimiento, la tasa de desocupación (con la
“gestión científica de las variables monetarias”) y el nivel de encajes
de los bancos comerciales.
La inflación, (gigantesco gasto público, emisiones de billetes sin
respaldo de producción, creación artificial de moneda), para comprar
armas y/o atender problemas sociales, las burbujas de seudorriqueza, el
capital financiero, la radicalización de la pobreza y la concentración
de dinero (como en Venezuela y otros exportadores de petróleo) resultan
de políticas públicas y estas falacias intelectuales:
1) Miguel de Montaigne (1533-1592), literato y filósofo francés, rico
heredero, nunca trabajó ni entendió la producción, en su dogma dice que
“la riqueza de los ricos es causada por la pobreza de los pobres”. Si
exporta obtiene una “balanza comercial favorable” a expensas del que
importa. Suma cero.
No comprendió los beneficios del comprador. Suma positiva. Que el
dinero, en sí, no es riqueza. Se desvaloriza. Sólo vio el lado
monetario del negocio, no el concepto de “inversión de riesgo”. Creía
que la riqueza es estática. Puro mercantilismo. Inspira a los
economistas y a la “teoría de la explotación” de Carlos Marx.
2) John Maynard Keynes. (1883-1946) gurú del “intervencionismo” y de
los “neokeynesianos” teóricos y librescos del FMI y el Banco Mundial,
contrarios al comercio libre. Propulsores de la deuda externa.
Ocultan sus fracasos acusando de “neoliberales” a los países exitosos.
En Estados Unidos, los mercantilistas neokeynesianos son liberales y en
Europa socialistas
3) Paul Samuelson. Gestor del intervencionismo de Keynes y Montaigne.
Propone apagar incendios con gasolina. Desde 1948 la economía se
estudia en libros de Samuelson. Su arrogancia “científica” refleja a
Luis XIV (“El Estado soy yo”).