“Entrenaré hasta que me caiga de cansancio, y cuando ello ocurra me
pararé y seguiré entrenando. Porque tengo derecho a gritar, llorar,
reír y amar, pero no a rendirme”. (26 abril/2004). Ecuador se
estremeció de alegría. El lema olímpico “Más rápido, Más alto, Más
fuerte” ha sido, para Jefferson Pérez Quezada, su rutina de todos los
días. Cree a plenitud en la “competencia” que es luchar, rivalizar.
Competir por el mismo puesto, es competitividad. Es desafiar, disputar,
emular, combatir, pugnar, concursar, porfiar, medirse, apostar, jugar,
negociar, hombrear. Sin ofender.
“Tuve una vida sencilla. Valores y principios que practiqué desde
pequeño para sobrevivir a los embates de la vida. Adquirí respeto,
honor e integridad en las calles de mi ciudad y las aulas
universitarias”. “El conocimiento alejado de la sabiduría popular o una
formación académica sin investigar o conocer la realidad no sirve. La
grandeza no se origina por la descendencia de apellidos o posiciones
políticas, económicas o sociales.
Es el ímpetu de nuestras intenciones sin importar su procedencia. Dónde
quiero llegar y qué medios tengo para lograrlo. Sentirnos orgullosos y
reconocer que somos diversos en un mundo tan competitivo. Dar apoyo a
los mejor preparados, sin marginar a los menos favorecidos,
consiguiendo equidad y armonía”.
No es una celebridad. Es un héroe de verdad. Por su vida ejemplar es
una leyenda viviente. El mejor deportista. Y más, por las limitaciones
que viven los atletas en Ecuador. El más importante y mejor atleta
latinoamericano y, en su disciplina, el mejor del mundo. Con el polaco
Robert Korzeniowski son los mejores marchadores en la historia.
Es voluntad de acero, tesón, entrega y sacrificio. Por Jefferson Pérez
el mundo respeta a Ecuador. Está en la élite. Entre los gigantes.
Evidencia solidez y seguridad. Campeón olímpico. Oro en tres mundiales
(París, Helsinki y Osaka). 20 años de carrera, siete títulos mundiales.
“Las Olimpiadas son símbolos de una civilización superior a países,
ciudades, héroes militares o religiones ancestrales”. (Coubertin).
Acerca del oro ganado por el ruso: “es porque ese país tiene récords
del mundo, medallas olímpicas y un presupuesto de diez millones de
dólares al año. Yo tengo un corazón gigantesco de 13 millones de
ecuatorianos. Ese es todo mi presupuesto que me permitió llegar a
Beijing”. Se arrodilló y persignó. Dio gracias a Dios y a Ecuador. Va a
estudiar en España. Además, el gobierno de Estados Unidos le otorga una
beca.
Estudiará Ciencias Políticas y Estructura de Gobierno. “Algunos
gobiernos entregan premios económicos por las medallas de oro, plata y
bronce. Lo más lindo para mí es el reconocimiento de la gente”. Terminó
un MBA en Administración de Empresas. Obtendrá un doctorado.
“No necesito llamada de autoridades de Ecuador. Yo vine a representar a
un país, a un pueblo, no a un individuo. El año pasado un periodista me
preguntó molesto por qué no me recibió el Presidente. Le respondí que a
él le eligieron para gobernar y no para recibirme a mí. Yo elegí
representar al pueblo ecuatoriano con un patriotismo que se expresa con
realidades, no con ofrecimientos. No se sabe qué sucederá luego de 4 ó
5 años cuando tenga una preparación óptima como para pelear cualquier
cargo de elección popular. O cualquier cosa que vaya a hacer: sembrar
papas, participar en la política de estructura de Estado, dirigir el
deporte. Para entonces tendré un conocimiento bastante estructurado”.
Envuelto en la Bandera tricolor dijo: “No sé si aún, en mi Ecuador, es
esta la bandera; no sé si aún en mi Ecuador es este el Escudo. Como
ahora andamos con nueva Asamblea cambiando todo no queremos que nos
cambien la cabeza y nos confisquen la lengua”, concluyó.