Ocho de la noche, día ocho, octavo mes, 2008, las Olimpiadas muestran
una economía de lujo. El ocho es, en China, un número mágico. Cuando
matriculé mi carro en Hong Kong (1988) me tocó la placa DV3688. Todos
me saludaban. Creí ser un personaje importante. Pero mi fantasía se
evaporó. Les agradaba el doble 8 de mi placa. Algunos chinos quisieron
comprármela. Aunque otros decían que ningún dinero cambiaría ese “golpe
de suerte”.
China, que hace temblar al
mundo, debe su progreso y desarrollo humano al neoliberalismo. Lee Kwan
Yew (Li Cuan Yu), (1923), viejo comunista, de Singapur, cambió el
socialismo por la “economía de mercado”, convirtió a su país en el más
exitoso del mundo e influyó en Deng Xiaoping.
Mi hijo Juan Antonio me tradujo una entrevista que “TIME Magazine”
(dic.5/2005) le hizo a Lee Kwan Yew “¿Quién es la persona que más lo ha
impresionado en su vida pública?: Deng Xiaoping, contestó. Lo conocí
cuando vino a Singapur en noviembre de 1978. Pequeño de estatura, pero
un gigante como líder. Hablamos largo. Trataba de convencerme. Hablaba
de Rusia. De cómo Vietnam era su Cuba en el Lejano Oriente. Por ende
peligroso para Singapur.
Yo le instalé un escupidero, un Jarrón Ming y un cenicero enfrente. No
fumó ni usó el escupidero. Los mismos arreglos para la cena. Tampoco
los usó. En la cena él me dijo, “Debo felicitarlo, usted ha hecho un
buen trabajo”. Le dije, “Oh, ¿Cómo así?”.
Me dijo: “Vine a Singapur en 1920 cuando iba a Marsella” Era un lugar
asqueroso. Usted lo ha convertido en un lugar diferente”. Yo le dije
“Gracias.
Lo que sea que hayamos hecho, ustedes pueden mejorarlo. Nosotros somos
descendientes de los “campesinos sin tierra” del sur de China. Ustedes
tienen los mandarines, los escritores, los pensadores y toda la gente
brillante. Ustedes pueden mejorarlo.” Me miró y no dijo nada. “En
noviembre 1992, durante su famosa gira por las provincias del sur, dijo
“Aprendan de Singapur” y “Háganlo mejor que ellos” Ahí pensé: oh, él
nunca olvidó lo que le había dicho.
Pero lo que me impresionó (en 1978) fue que al siguiente día mientras
conversábamos en Singapur, yo le dije “Usted ha estado este tiempo
tratando de convencerme el porqué debemos luchar contra Rusia. Déjeme
decirle que mis vecinos quieren que sea su aliado para combatirlo a
usted que nos está creando problemas. Toda esta insurgencia comunista y
sus transmisiones radiales ellos las detestan”. Apretó sus ojos, me
miró detenidamente y preguntó: “¿Qué es lo que quiere que yo haga?” Y
le dije “Deje de hacerlo” Un hombre joven diciéndole a un viejo gris y
guerrillero: “Deje de hacerlo”. El dijo, “Déme tiempo”. Dieciocho meses
después él dejó de hacerlo.
“Ese hombre encaraba la realidad. Estoy convencido que su visita a
Bangkok, Kuala Lumpur y Singapur, en ese viaje, en noviembre 1978, fue
un shock para él. Esperaba visitar tres ciudades del tercer mundo; él
vio tres ciudades del segundo mundo, mejores que Shanghái o Pekín.
“Cuando la puerta de su avión se cerraba, me di la vuelta y le dije a
mis colaboradores: sus asesores están recibiendo una golpiza. Le han
dado los informes equivocados. Pocas semanas después, el Diario del
Pueblo cambió la línea. Que Singapur ya no es el perro de carreras de
los americanos. Que es una ciudad bonita, una ciudad de jardines,
limpia, con buenas viviendas públicas. Se cambió a la política de
“puertas abiertas”. Después de una larga vida como comunista, a los 74
años, persuadió a sus contemporáneos de “la gran marcha”, a ingresar a
la “economía de mercado”.
Y enterró el estatismo. Su éxito socioeconómico es neoliberal, pero con
socialismo totalitario en el poder. “No importa que el gato sea blanco
o negro, sino que cace ratones”, decía Deng.