Se critica al doble discurso gringo de predicar el comercio libre por practicarlo a medias al subsidiar la agricultura. Pero, ¿quién paga los subsidios agrícolas? Si los gringos protegen a la agricultura, la Política Agraria Común (PAC), en vigencia desde 1962 por la entonces Comunidad Europea (CE), no se queda atrás. Según un escrito de Marian L. Tupy para el 2004 el soporte agrícola europeo bordeó los 133.000 millones de dólares y el de los yanquis 47.000 millones. Con esto ganan unos pocos, sacrificando a los consumidores locales y discrimando a la competencia. Si bien se ayuda a pobres agricultores, el 20% más rico de agricultores europeos reciben el 80% de los subsidios, habiendole costado al contribuyente europeo cerca de 200.000 dólares al ańo en los 90´s. En una lista de los privilegiados de la PAC aparecen duques, príncipes, miembros de gabinete, parlamentarios y hasta un ministro de agricultura. Hágase una analogía casa adentro.
En el IEEP aparece un interesante análisis. Los subsidios en la economía nacional continua su crecimiento, llegando a ocupar el 40 por ciento del prespuesto del Estado para el 2008, gastando 3.879,4 millones de dólares. La preocupación adicional aquí es que la estabilidad fiscal está en riesgo, al venirse aumentando el gasto en subsidios en un 28 por ciento en relación al 2007 y un 77 por ciento con respecto al 2006, superando lo que el Estado recibe en ingresos. Es decir, nos estamos gastando más de lo que ganamos. Este gasto en subsidios, que nos cuesta a todos, no está beneficiando a los pobres, sino lo contrario. El 37 por ciento del subsidio al gas lo consume el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre solo un 2 por ciento. (Vicente Albornoz en su editorial de El Comercio, Piscinazo pelucón, calcula cuanto pueden recibir los más ricos). La demanda por el combustible subsidiado aumenta, y pero aún, cruza las fronteras. Algo imposible de controlar, lo que degenera en contrabando y corrupción. La transitoriedad, focalización y efectividad de los subsidios no se cumplen, debiendo ser eliminados, mas aun cuando se pone en riesgo la estabilidad fiscal (¿podría justificarse el Bono de Desarrollo Humano?, talvez luego de un desastre natural, pero este debe ser momentáneo, hasta que se estabilicen los afectados).
Pendientes de estas “bondades” que ofrece el Estado, donde le quita a unos para darle a otros, rondan los “buscadores de rentas” (rent-seeking). Las economías que distribuyen rentas no existen sin rentistas que las buscan. El proteccionismo (aranceles, impuestos y trámites engorrosamente largos) beneficia a unos pocos, luego de un buen cabildeo (lobby).
En realidad, nadie se opone al libre mercado. Lo que en verdad existe son excusas para “no” llevarlo acabo, ya que éste demuestra que es moralmente viable. En un mercado libre se beneficia el consumidor y se premia al eficiente.
El proteccionismo siempre lo pedirán las grandes empresas (público y privado) usando discursos nacionalistas, siendo a veces extranjeros sus accionistas, para mantener alambrado su territorio y aprovecharse del mercado cautivo, los consumidores se ven restringidos, asi como futuros potenciales emprendedores.
Para complementar, dejo más adelante un buen artículo que un amigo venezolano me envió via correo electrónico.
Los empresarios y el capitalismo
Carlos Ball* – Libertad Digital
Los industriales y comerciantes pequeños y medianos apoyan más frecuentemente la libre empresa y combaten más decididamente la politización y estatización de la economía que los grandes.
Mi experiencia en las cámaras y asociaciones empresariales de Venezuela, en los años 70 y 80, fue que los industriales y comerciantes pequeños y medianos apoyan más frecuentemente la libre empresa y combaten más decididamente la politización y estatización de la economía que los grandes. Muchos de estos últimos lograron acumular inmensas fortunas a través de nexos políticos, financiación subsidiada por el Estado, protección arancelaria, asignación de oligopolios o por medio de ejecutivos suyos que habían sido ministros de gobiernos socialdemócratas o socialcristianos.
Los políticos venezolanos de la época estaban empeñados en dirigir la economía, aumentando progresivamente el poder y control gubernamental, a la vez trataban que el éxito empresarial dependiera más y más del visto bueno de algún burócrata. Así se fomentó la corrupción y esa concentración del poder político y económico en las mismas manos conduciría ineludiblemente al terrible desastre de la Venezuela actual.
Uno de los más brillantes economistas del siglo XX, Milton Friedman –quizás también el más odiado por la izquierda latinoamericana–, lo había previsto en su libro Libertad de Elegir, publicado en 1980: «La combinación del poder político y económico en las mismas manos es una fórmula segura para llegar a la tiranía.»
Fue la estatización de la industria petrolera venezolana lo que, eventualmente, hizo posible la actual dictadura, mal llamada «bolivariana». Y la corrupción se ha convertido en la principal industria venezolana, donde coroneles de la Guardia Nacional compran Lamborghinis de 200.000 dólares, mientras cae la producción petrolera, se dispara la inseguridad personal y la inflación, escasean los alimentos y medicinas, desaparece la inversión privada, fracasan las cooperativas, aumenta tanto la informalidad como el desempleo, se vuelven intransitables las calles y carreteras, no se recoge la basura, se multiplican las epidemias y los hospitales no funcionan.
En ese tenebroso ambiente, el más claro defensor de la libertad individual es el estudiante de 23 años Yon Goicochea, líder de una lucha pacífica contra los desmanes del gobierno y quien saca de quicio a las autoridades con su extraordinaria elocuencia y capacidad de motivar las frecuentes protestas de miles de jóvenes.
Pero el plan «bolivariano» es contagiar de todos sus males a Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Paraguay y Argentina, al tanto que se apoya a las FARC y al narcotráfico en Colombia, al EPR en México y a la extrema izquierda peruana, tratando así de destruir a tres de los pocos gobiernos exitosos de América Latina.
En Estados Unidos, los extraordinariamente ricos tampoco parecen creer mucho en el capitalismo. Warren Buffet, el segundo hombre más rico del mundo, apoya el impuesto de sucesiones. Claro, sus herederos no tendrán que vender la empresa para pagar el impuesto a la muerte, como sucede a tantos familiares de pequeños empresarios. Mientras que en la reciente conferencia de Davos, Suiza, Bill Gates proclamó lo que él llama «capitalismo creativo», buscando que las grandes empresas procedan a reducir las desigualdades en el mundo. Eso suena muy bonito y es muy meritorio que Gates quiera aportar parte de los 57.000 millones de dólares que ganó con sus inventos e innovaciones en Microsoft a combatir enfermedades y ayudar a los pobres del mundo subdesarrollado. Pero debemos tener claro que la mayor contribución de Bill Gates al mundo entero fue su aportación a la revolución tecnológica de la información. Y eso lo logró desarrollando y vendiendo programas de ordenador, no regalándolos.
Hay que aplaudir las obras de caridad de individuos, pero no debemos confundir tal cosa con supuestas «obligaciones sociales» de las empresas. El verdadero beneficio social aportado por las empresas se logra cuando compiten en innovaciones, precios y calidad, no cuando los gerentes regalan el dinero de los accionistas.
*Carlos Ball es director de la agencia AIPE y académico asociado del Cato Institute.
Señor Anazco, sirvase verificar los datos de su articulo: es imposible que a un contribuyente europeo la PAC la haya costado 200.ooo dolares ya que hoy en dia la renta media europea ronda los 40.ooo euros
COMENTARIO Alex: Los gringos tienen un PIB per capita q ronda los 40.ooo dólares y el proteccionismo les cuesta 800.ooo, ¿porqué? Estimado seńor Aguayo, muchas gracias x la observación. Que el proteccionismo le cueste más que la renta media al consumidor europeo, es posible. La estimación, citado por Marian L. Tupy y Johan Norberg, la hace el economista francés Patrick Messerlin, en su trabajo: “Measuring the costs of protection in Europe” , Institute for International Economics, 2001. Norberg hace hipotesis interesantes y se puede resumir el valor obsceno incluyendo todas las trabas comerciales, como “aranceles, cuotas, subvenciones a la exportación, medidas antidumping, etc.” La “estimación apunta a unas pérdidas de hasta 5-7% del PNB de la Unión Europea”. Al consumidor local le cuesta, incluido x lo q paga, lo q pierde x no haber podido comprar algo a un mejor precio, transfiriendo esa gran diferencia hacia agricultores que se benefician del buen cabildeo (lobby) de los q tienen conecciones políticas.
Este argumento-excusa usan los retractores criollos del libre comercio, y son miopes por q hacen lo mismo afectando a sus propios pares. Desde otra perspectiva los productos subsidiados x los desarrollados nos beneficiaría a nosotros como consumidores, x q el valor del subsidio se lo cargan a ellos y nosotros lo compramos barato gracias a sus contribuyentes. Pero claro, eso afectaría al productor nacional. La línea es denunciar el proteccionismo, no hacer lo mismo. ¿Cuánto nos cuesta producir? Usando el dicho, el tiempo es oro, y viendo cuanto tiempo le toma a uno abrir una empresas, trámites burocráticos, llenar formularios, hacer fila, etc. ¿cuánto cuesta? ¿cuántos impuestos y aranceles nos cuesta o impide q tengamos un mejor nivel de vida? Un último comentario nos muestra la realidad. Un camión q cuesta 20.ooo dólares en Estados Unidos, en Quito vale 90.ooo, y seguramente saldrán entre lobbistas sociolistos e ingenuos para con mil y un pretexto defender aquello. Si es q no se lo puede producir o atraer la inversión (q nos traiga el know How) para hacerlo en el país (disminuye el desempleo, subempleo y crea riqueza), el valor adicional máximo sería el costo de envio, el resto es transferir el dinero a un grupo de oportunistas q se benefician de tener el mercado cautivo alambrando el territorio con varios mecanismos.