Irlanda:
Era considerado el pais tercermunista de Europa, un caso perdido, gente vaga, borracha e incapaz de organizarse (¿les suena?) hace 20 años.
Tenia 17% de desempleo abierto (acá tenemos 10% aprox.), un impuesto corporativo del 50%, un impuesto a la renta máximo del 65%, un 50% de impuesto a las ganancias de capital (es decir, empresas, personas y accionistas, respectivamente) y un gobierno gigantesco que consumía más del 50% del PIB del país (acá en Ecuador si mal no recuerdo el Ec. Pablo Lucio-Paredes calculaba más del 60%).
Su mayor rubro de exportación era su propia gente (¿suena conocido?).
Ante ese desastre autoprovocado, se dió un cambio de dirección drástico (para los estándares estatistas europeos) del impuesto a la renta del 65 al 40%, de las ganancias sobre el capital (accionistas) del 50% al 20% y un impuesto corporativo (a las empresas) del 50 al 12,5%.
Irlanda pasó de ser el «hombre enfermo» de Europa a ser conocido como el Tigre Celta. Irlanda es el segundo país más rico de Europa (todo esto en 15 años simplemente).
Moraleja: Si se deja de castigar el riesgo, la inversión y en todo caso los ciudadanos pagan un impuesto a la renta alto por ciertos «servicios» (las comillas van pues siguen siendo a la fuerza, y no es mi definición de servicio, no sé la de ustedes) como ocurre también en Suecia (país donde tampoco se agrede u ordeña a las empresas, aunque la mitología igualitarista diga lo contrario, si no que es el ciudadano quien carga con los servicios públicos monopolizados por el Estado), empiezan a ocurrir cosas muy interesantes.