El columnista Sebastián Hurtado describe claramente, que no nos dejemos impresionar por los cánticos de sirena de la revolución ciudadana de Rafael Corea:
¿Cuál revolución?
Por Sebastián Hurtado Pérez
El segundo finalista en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del Ecuador propone una ‘revolución ciudadana’. Una revolución significa un cambio profundo en las políticas de una nación, sin embargo, buena parte de las propuestas de este candidato no lucen tan revolucionarias en cuanto implican conservar los mismos esquemas políticos y económicos que este país ha replicado por años. Algunos ejemplos.
Cuando propone eliminar la injerencia de la ‘partidocracia’ en el control político del país, no solo que repite numerosos esfuerzos anteriores en ese sentido, el más reciente por parte del presidente Lucio Gutiérrez, sino que para lograrlo propone manipular la constitución y las leyes en la misma forma abusiva en que han procedido en el pasado los partidos políticos de los que tanto abomina. Este proyecto apenas replicaría los recurrentes y desestabilizadores conflictos con los que este país ha convivido durante toda su historia.
Cuando propone un activo control de la economía por parte del Estado a través de la regulación de los precios, de las tasas de interés y de algunas actividades privadas, desconoce el hecho de que esta es una de las economías más reguladas del mundo, según lo reporta el índice de libertad económica que ubica a Ecuador en el puesto 107 de un total de 157 países estudiados, además de una realidad que los ecuatorianos hemos compartido eternamente. Cuando propone conservar el control estatal de industrias ‘estratégicas’ desconoce el hecho de que esa ha sido, con matices, la política económica de todos los gobiernos que se han sucedido en este país desde los años setenta. No hay nada revolucionario en mantener o ampliar el ámbito de trabajo de las empresas públicas en un país que ha convivido pesadamente con ellas durante décadas. Al mismo tiempo, cuando propone mantener los onerosos subsidios a los combustibles, pasa por alto que la entrega indiscriminada de subsidios ha sido parte fundamental de las políticas públicas de este país desde el descubrimiento del petróleo.
Cuando considera suspender el pago de la deuda externa y actuar sin imposiciones por parte de los organismos internacionales, ignora el hecho que en la mayor parte de los últimos 25 años el Ecuador ha permanecido en mora de sus obligaciones externas, que antes dos gobiernos decidieron no pagar la deuda y que la mayoría de acuerdos con los organismos internacionales han sido incumplidos. Es gracias a recurrentes políticas ‘soberanas’ de este tipo, que Ecuador exhibe uno de los peores perfiles de riesgo de la región.
Cuando propone privilegiar la integración económica con nuestros vecinos latinoamericanos antes que con las naciones desarrolladas, olvida que esa ha sido exactamente la política comercial que históricamente Ecuador ha ejecutado, con escasos resultados, con Aladi, CAN y Mercosur. El continuar haciendo lo mismo de siempre y replicar desgastadas políticas económicas, está muy lejos de constituir una verdadera revolución.
Aparentemente, muchos ecuatorianos se han dado cuenta de ello y han decidido negar su apoyo a este ‘revolucionario’ proyecto.