El Presupuesto General del Estado incluye los fondos que financian al Banco Central del Ecuador. Esta institución dejó de sernos útil al momento en que dejó de ser el emisor de dinero y adoptamos el dólar como moneda de curso legal. Entre los esquivos ítems del presupuesto asignado a esta entidad se encuentra el apartado correspondiente a la cultura. La difusión y promoción cultural se desenvuelve en nuestro país dentro de una marginalidad que es caldo de cultivo para propuestas artísticas y manifestaciones de izquierda. Se vuelve un círculo vicioso cuando los artistas y protagonistas de
la cultura en el Ecuador se nutren de esa marginalidad para crear. Es obvio, si analizamos ciertas cifras tomadas de la Pro Forma presupuestaria para el 2005.
El Archivo nacional ve reducido su presupuesto de 266,728.07 en 2004 a 182,298.28 en la Pro forma de 2005, o sea una reducción del 31.65%. Igual caso vemos en el Instituto Nacional de Patrimonio, que baja de 2,308,669.43 a 1,115,678.88, es decir un bajón de 51.67%. El Museo ecuatoriano de ciencias
naturales de 152,157.92 a 125,197.46, o sea 17.72%, la Secretaría nacional de ciencia y tecnología de 2,059,000.00 a 1,894,162.00 o sea 8.01% y la Casa de la Cultura Ecuatoriana de 5,620,548.50 a 4,851,450.39 o sea 13.68%.
Como la cereza en el pastel, tenemos al inservible Banco Central del Ecuador que maneja una partida de alrededor de 170 millones de dólares, que se diluyen en sueldos, jubilaciones patronales, comisariatos, sedes sociales, clubes, y demás gastos infructuosos, dejando las irrisorias cifras para la difusión cultural, mantenimiento de museos, personal de museos y área cultural y exposiciones temporales, de alrededor de $90.000 para Quito, $90.000 para Guayaquil y una cantidad similar para los demás departamentos locales de cultura. Un ridículo 0.16% del presupuesto para la única función real del
Banco Central.
Históricamente los Reyes, los Papas y más tarde los Estados han sido los grandes mecenas de las artes, aportando al desarrollo cultural de los pueblos, subiendo la autoestima de la gente y entregándole maneras creativas y nuevas de disfrutar de los momentos de ocio. Sin embargo, este año, además de financiar a una institución que solo utiliza bien un 0.16% de su presupuesto, le vamos a entregar a una agencia excluyente y poco democrática como el Instituto de Seguridad Social de la Fuerzas Armadas más de doscientos noventa millones de dólares. Por último, a la AGD, que debería manejar los
bancos en saneamiento y los pagos de los deudores para autofinanciarse y no ser
un lastre para la débil economía ecuatoriana, se le entregan 34 millones y
medio de dólares.
La producción artística y cultural de nuestro país no tiene visos de mejora, si no existe una inversión privada en ese sector que aliente una producción supraideológica y motive a los artistas a alejarse de esa marginalidad que solo los vuelve más provincianos y les impide cada vez más realizar propuestas globales que trasciendan no solo en el reducido medio artístico nacional. Hasta que no se rompa con el molde y con ese círculo vicioso de nutrirse de la marginalidad, seguirán para siempre las políticas
estatales de promoción artística que degradan el erario cultural de nuestro país, gracias al poco poder adquisitivo del que dispone el único organismo dedicado a la promoción de la cultura en el Ecuador.
Arq. Jaime Izurieta V., Quito