Escribo esto mientras la candidatura de la extrema izquierda chavista a la presidencia de la república (bananera) sube al segundo lugar. Ojalá sea innecesario. Ojalá sirva para que me puedan decir que exageré, que no fue tan malo, que no nos fue tan mal.
El primer capítulo de la biografía de Ronald Reagan escrita por Dinesh D’Souza se llama "The Wise Men and The Dummy", Los sabios y el tonto. Mientras académicos, intelectuales y políticos siniestros de la intelligentsia lanzaban loas a la URSS, al sistema socialista, a los grandes líderes de la izquierda mundial, Ronald Reagan vaticinó el fin. Nunca se cansó. Vio cómo iba a terminar y lo dijo, siendo objeto de mofa, burla y ridiculización por parte de la intelligentsia.
Habría pagado todo lo que tengo por ver sus caras cuando poquísimo tiempo después de que RR pronunció su célebre frase: "Mr. Gorbachev, tear down that wall!", el muro (no solo el de Berlín) terminó en el piso.
No fue una victoria personal del "Gipper". Fue la sed de libertad del ser humano abriéndose paso por entre hoces y martillos.
Ronald Reagan nunca obtuvo el respeto que se merecía. Sin embargo consiguió cambiar más que su país, nos entregó a quienes vivimos en el siglo 21 un mundo en el cual los reductos que aún no son libres son minoría, e incluso algunos visionarios de entre esos países han dejado de resistirse a cambiar. Incluso algunos visionarios entre esos líderes de la izquierda mundial han dejado de resistirse a cambiar.
Ejemplos sobran, como el de Chile, con gobiernos socialistas, de China con su comunismo cada vez más volátil, Brasil con su gobierno de los trabajadores y Uruguay con sus ex terroristas en el congreso y senado. Estos, entre muchos otros.
La senda que pretende recorrer ahora el Ecuador es la del cangrejo. Mi país va para atrás y vemos entre aplausos cómo muere la libertad. La gente sucumbe ante la sonrisa falsa, la arrogancia, la soberbia y la intolerancia del candidato de la extrema izquierda chavista. Es por eso que hoy doy mi elegía, adelantada, con ánimo de prevenir, con esperanza de que en realidad sea innecesaria pero con todo el desencanto que es capaz de producir la inocencia de mi gente, de los ecuatorianos que creen que realmente el "subcomandante Rafael" les ofrece una salida.
El Ecuador se cae en pedazos y el subcomandante ha sabido interpretar eso. Su intención, no me cabe duda, es buena. Quiere reformar. Quiere arreglar. Quiere avanzar. No debe haber, aparte de los beneficiarios, ya bien conocidos por todos, quién se oponga a que las instituciones sean independientes. No habrá necio que pretenda mantenerlas como están. Secuestradas, unas pocas por gerentes propietarios que han privatizado la cosa pública, otras tantas por sindicatos y demás organizaciones de inspiración comunistamarxistaleninista, que han privatizado y usufructuado de propiedad mía, suya y de todos los ecuatorianos.
La popularidad de quien quiere romper con un sistema perverso no puede sino subir, a diario y como la espuma. El problema no es la ruptura, que todos queremos, ni la ciudadanización de las instituciones, que tan desesperadamente necesitamos, sino quién pretende llevarlas a cabo y cómo pretende hacerlo.
La inspiración del subcomandante, nadie la conoce. Nadie sabe su ideología aunque adivinemos su intención y sus ganas de cambiar lo que está tan dañado. El motor que le mueve, que desata su arrogancia, que exacerba su soberbia y que le lleva a deslegitimar a todo el que no esté de acuerdo con sus ideas, no está tan claro, pero algún psicólogo habrá que le diagnostique, que descubra sus carencias afectivas, que ahonde en las raíces de su resentimiento social y que exponga lo que le motiva a ver a todos por debajo del hombro, con mesiánica lástima a quienes cree salvar y con olímpica desidia a quienes no comparten la verdad que él ha hecho única.
En algunos países se utiliza una palabra que resume, en pocas sílabas, la actitud pendenciera, soberbia, grosera, irreflexiva, impulsiva, improvisada y un poco tonta de quien se cree ungido, escogido, destinado a gobernarnos. Destinado a cumplir la profecía de Santa Marianita de Jesús, más bien. Esa palabra es "CULICAGADO".
El subcomandante Rafael calza perfectamente con este concepto. Lo demuestra a diario y lo comprendemos pocos, para desgracia de nuestra república. Mi abuelo, con esa sabiduría que caracteriza a los viejos, solía decir que "quien con guaguas se acuesta, cagado amanece". El país parece que quiere "acostarse con este guagua". Yo espero equivocarme, espero que esta elegía sea, en efecto, innecesaria, pero la sabiduría de un viejo en este caso parece aplicar.
Publicado originalmente en Neapolis